La extendida creencia de que el elevado valor y consideración del oro radica principalmente en su escasez, no se ajusta a la realidad y oculta otros factores que justifican de hecho, el alto valor que nuestras economías otorgan al preciado metal.

El oro ocupa el número 79 de los elementos químicos de la tabla periódica. Su símbolo es Au, del vocablo latino aurum, que significa “brillante amanecer”. Es uno de los metales preciosos más valorados en joyería por sus propiedades físicas, pues tiene una baja alterabilidad, es muy maleable, dúctil y brillante. Su escasez es relativa: No es de los metales más abundantes, pero se calcula que el 80% del oro de la tierra está todavía sin extraer.

El oro no es pues, el metal más raro ni el más difícil de identificar y extraer. Son sus cualidades e inherentes características las que lo hacen tan apreciado y apreciable. La dificultad de su falsificación y destrucción

¿Por qué es el oro es nuestra principal moneda de cambio y no otros metales como el hierro, el aluminio, el cobre o el plomo?

Algunas de las posibles alternativas como el titanio y el zirconio son suficientemente duros y duraderos, pero son muy difíciles de fundir precisando más de 1.000ºC para empezar a separar estos metales de sus minerales de origen.

El aluminio también es difícil de refinar y resulta demasiado endeble para usarlo como monedas.

Los otros metales son poco estables y bastante reactivos químicamente y se corroen u oxidan al ser expuestos al agua o el aire.

El hierro, por ejemplo, que podría en teoría ser un buen candidato como moneda. Es atractivo y se puede pulir hasta que brilla, pero a menos que se mantenga en condiciones muy secas se oxida y corroe perdiendo sus prestaciones iniciales.

Por las mismas razones, podemos excluir el plomo y el cobre. Se han utilizado y aun se utilizan en monedas de poco valor, aunque estas no aguantan convenientemente el paso del tiempo en sus prestaciones.

Finalmente, podemos reducir las posibilidades a aquellos metales de características próximas al oro. Los denominados “metales nobles”, llamados así por su limitada afinidad y reactividad química con otros compuestos.

Nos referimos al platino, paladio, rodio, iridio, osmio, rutenio y plata, junto al propio oro. Todos ellos, excepto el oro y la plata son suficientemente escasos como para que su valor sea tan alto que se consideren inadecuados para su uso como moneda al requerir tamaños diminutos para valores de moneda manejables.

Así pues, los metales más apropiados para su uso monetario son aquellos que presentan un razonable equilibrio entre su disponibilidad y su escasez, más allá de otras características intrínsecas como su facilidad de refino y extracción. Excepto el oro y la plata, el resto de los metales nobles requieren temperaturas de fusión por encima de 1.500º, que obviamente dificulta y encarece su disponibilidad.

Todo ello limita las posibilidades a sólo dos metales: el oro y la plata.

Ambos son relativamente escasos, pero no absolutamente raros. Ambos tienen un punto de fusión relativamente bajo y por ende son fáciles de convertir en monedas, lingotes o joyas.

¿Por qué el oro tiene más valor que la plata?

En condiciones normales, el oro presenta una estabilidad química excelente, sin oxidarse ni corromperse. Funde a temperaturas asumibles y presenta una maleabilidad envidiable.

Por el contrario, la plata, que presenta también excelentes condiciones de fusión y maleabilidad, llega a oscurecerse, perdiendo brillo y prestancia al reaccionar con pequeñísimas cantidades de sulfuro contenidas en el aire.

Todas estas son las razones por las que el oro y no otros metales se ha convertido desde la Antigüedad en un recurso tan valorado y objeto de aprecio e interés.

Pero más allá de su valor intrínseco, no podemos olvidar su belleza. Su coloración y brillo es muy diferente a otros metales, que en su mayoría muestran graduaciones diferentes grises o plateados. La leyenda dice también, que el oro proviene del impacto de meteoritos en la Tierra. Es decir, proviene de las estrellas. Son muchas las mitologías y creencias en torno a este brillante metal. Pero esa es otra historia para ser contada en otra ocasión.

Definitivamente, hay multitud de razones que contribuyen a la valorización del oro, más allá de su “escasez”.