La sociedad actual reconoce el oro como uno de los materiales más apreciados. A lo largo de la historia también las sociedades antiguas han apreciado el oro y lo han aplicado y utilizado en multitud de usos relevantes para la vida cotidiana.

Las características intrínsecas del metal como su color, su brillo, su ductilidad y alta resistencia a la corrosión lo han convertido en un componente clave y transcendente para las sociedades y sus economías. Estas propiedades únicas, su relativa escasez en la naturaleza y la creciente dificultad de su extracción han potenciado aún más su valor.

El valor del oro a lo largo de la historia

Desde los inicios de las civilizaciones, el oro era reconocido y considerado como signo de poder por sus características, incluso en algunas de ellas se le atribuía un carácter divino y se creía procedente del sol, el astro más adorado y divinizado.

Ha tenido estrecha relación con diversas culturas y civilizaciones como fueron el caso de la Sumeria, Egipcia y Griega, donde el oro empezó a dar muestras de su atractivo para la humanidad.

En el antiguo Egipto, el oro fue pieza clave en el esplendor económico de esta cultura. Los depósitos de oro que explotaban los egipcios sirvieron para hacerlos dueños del mundo.

Se creía que el oro era la misma carne de su dios Ra, por ello el faraón era cubierto de oro pues este descendía directamente de los dioses.

Se cree que los antiguos egipcios extrajeron el oro principalmente en Nubia, de donde provienen los monumentos de la cuarta dinastía.

Egipto fue la mayor potencia aurífera en la antigüedad.

Fueron los primeros en crear un sistema monetario alrededor del oro y la plata, dejando atrás el tradicional trueque. La evolución del comercio y la implantación del dinero como forma de contraprestación facilitó los intercambios creando un sistema con mayor nivel de equidad. Sus características de durabilidad, maleabilidad, homogeneidad y dificultad de falsificar lo hicieron un bien más que adecuado como forma de pago.

Los sumerios usaron al oro con técnicas mucho más modernas como la granulación y la filigrana, convirtiéndose en una de las culturas que incursionó en la joyería con perfección y belleza únicas.

El origen del oro en aquel tiempo se encontraba principalmente en las minas de Turquía e Irán que proveían del metal precioso a la cultura sumeria.

En el año 2000 A.C. el oro se explotaba principalmente en Persia, Fenicia y Armenia y ya proponían los metales preciosos como pago generalizado de tributos. Los fenicios lo utilizaban abundantemente en sus transacciones comerciales, naciendo así el potente carácter comercial del oro.

La posesión del oro era símbolo de poder y de riqueza. En muchas culturas el oro simbolizaba la inmortalidad y la divinidad. Es por ello que el oro era usado en la confección de los templos y las imágenes de los dioses.

En siglo IV D.C. Constantino I estableció que el pago de los impuestos se hiciera con oro y el uso de este se extendió como forma de pago y contraprestación.

Durante el descubrimiento de América, los conquistadores se afanaron en encontrar oro y trajeron a España arcas llenas del preciado metal, para brindarlo como pago para el ejército en sus campañas militares por toda Europa. Fue así establecida la moneda de oro de gran pureza como medio de pago.

Sobre el año 1850, gran cantidad de inmigrantes que llegaban a EEUU cautivados por las historias sobre el Oro que se extraía de los ríos de sus montañas, generaron un movimiento masivo de búsqueda del preciado metal, que se conoce como “la fiebre del Oro”.

Hacia mediados del siglo pasado, la técnica de amalgamación con mercurio permitió mejorar significativamente los rendimientos de extracción del metal que provocó mayor disponibilidad de oro, incremento en las transacciones relacionadas y ampliar la extracción minera, de modo que el oro difundió más su uso en todos los ámbitos de su aplicación y particularmente la joyería.

A lo largo de la historia el oro ha sido foco de diferentes hitos en los que resulto necesario y decisivo. Podemos destacar por su transcendencia para la economía europea de la posguerra la adopción del “Patrón oro”. Se incluyó dentro de los Acuerdos de Bretton Woods (1944) a finales de la Segunda Guerra Mundial. De este modo, el oro se aceptaría como moneda de cambio, de forma que los países europeos pudieron intercambiar su oro por dólares y ayudar así a la recuperación de la economía.

Durante años, los Gobiernos podían poner en circulación su propia moneda, determinada o respaldada por la cantidad de oro que poseían. De forma que, si un país atesoraba gran cantidad de oro en sus reservas, podía aportar la misma cantidad de dinero, y el valor de la moneda correspondiente aumentaba, así como los precios. No obstante, el sistema incluía algunas debilidades como la descompensación de aquellos países que contaban con recursos auríferos en explotación contra otros con un desarrollo industrial diferente.

El sistema dejó de utilizarse en 1971, cuando Richard Nixon anuló la opción de intercambio entre dólares y oro. Hoy en día, los Bancos Centrales pueden emitir tanto dinero como estimen conveniente, siempre que sean capaces de controlar las inestabilidades económicas que se puedan generar.

El valor del oro en la actualidad

Actualmente, las monedas de oro quedan destinadas a inversión, y están fuera de las transacciones cotidianas, pero las aplicaciones de este metal se han multiplicado: componentes electrónicos, aeroespaciales, médicos, joyería o depósito de valor. Podemos encontrar componentes de oro en objetos que utilizamos diariamente y tan difundidos como los teléfonos móviles.

El valor adquirido y añadido a lo largo de los años por el oro ha hecho que se considere un bien alejado de los fenómenos que puedan mermar su coste, y permanezca influido únicamente por el mercado, la ley de la oferta y la demanda. La relativa escasez y su alta demanda hacen que sea un activo de considerable rentabilidad para invertir.

El oro continúa teniendo un gran valor gracias a todas sus aplicaciones y características, siendo uno de los metales más apreciados. Los inversores lo consideran como un valor refugio, alejado de la manipulación de los Gobiernos, con un valor estable a lo largo del tiempo. Por ello, los Bancos Centrales mantienen reservas de oro a modo de protección ante fluctuaciones inesperadas de la economía.