El carbón en Asturias y el origen de la minería
La minería ha sido un factor clave en el desarrollo económico y social, durante siglos, tanto en Asturias como en el resto de España. Las condiciones geológicas y tectónicas de la franja asturiana han favorecido desde hace millones de años el origen y formación de yacimientos minerales de todo tipo. La rica vegetación y su clima lluvioso y húmedo ha favorecido particularmente la formación del carbón.
Las aportaciones de carbón de la comunidad suponían entre el 50% y el 70 % de toda la producción nacional de hulla, constituyendo una de las fuentes de energía básicas de toda España en su época.
El carbón de hulla, primeras explotaciones
El carbón de hulla, propio de Asturias, tiene entre un 80 y un 90 % de carbono. Es el tipo de carbón más abundante, con un color negro y brillo mate, tiene gran poder calórico, bajo contenido en volátiles y humedad menor que el lignito.
Las primeras y pequeñas explotaciones de carbón datan de finales del siglo XVI, y la primera licencia documentada para la extracción de carbón tiene fecha de 1593, y está firmada por Felipe II. Durante los siguientes años, se sucedieron las solicitudes de explotación de pequeñas minas de carbón.
La minería industrial
La segunda mitad del siglo XVIII estuvo marcada por el inicio de la minería industrial en Asturias, fomentada por los ilustrados de la época. En 1780, Carlos III dictó una ley para incentivar la creación de compañías que se encargasen de la extracción del carbón. En este momento, la extracción del combustible fue establecida como actividad industrial, y figuras como Gaspar Melchor de Jovellanos, fomentaron la extracción de hulla para estimular la economía del país. Llegaron a extraer, en el entorno del año 1800, unas 4.100 toneladas.
© Muséu del pueblu D´Asturies
Durante la guerra de la independencia, la extracción de carbón se ve paralizada. No es hasta casi la segunda mitad del siglo XIX cuando vuelven a funcionar las minas. En 1828, se registra desde Gijón una exportación de carbón de 3.700 toneladas.
En 1829, la Real Orden trata de dar un mayor impulso a la explotación de carbón de hulla, lo que atrae a inversores extranjeros que complementan la extracción del carbón con la construcción de industrias metalúrgicas en Asturias.
El capital extranjero supone un gran impulso
En 1833, se funda la Real Compañía Asturiana de Minas, reflejo del capital extranjero aportado por la familia belga Lesoinne y los catalanes Joaquín Ferrer y Felipe Riera. Esta empresa se convierte en las más grande de Asturias. Desde este momento aumenta la producción de carbón, llegando a exportar, en 1836, unas 12.700 toneladas.
Las minas, mayoritariamente situadas en el interior de Asturias tenían importantes problemas para transportar su carbón debido a las pobres condiciones de las vías de comunicación. El sevillano Alejandro María Aguado impulsa la construcción de la carretera carbonera para solucionar este problema. En 1842, se concluye la construcción de la carretera, acercando el carbón asturiano a la exportación.
El impulso del ferrocarril a la minería asturiana
Otro gran avance para el desarrollo de la minería se produjo con la inauguración del ferrocarril en 1852, comunicando Langreo y Gijón. De este modo se multiplicó la capacidad de transporte, iniciada por la carretera carbonera. El ferrocarril supone un gran impulso para la minería asturiana, que se consolidó al acabarse la construcción del tramo de ferrocarril hasta Madrid, en 1884.
Llegado el nuevo siglo, la extracción de carbón se contabilizaba en 1.900.000 toneladas. Asturias en ese momento contaba con 12.000 mineros censados.
La I Guerra Mundial y el éxito del carbón asturiano
Durante la primera guerra mundial el carbón asturiano vivió una de sus épocas doradas, todas, casi siempre, tan brillantes y prometedoras como breves e ineficaces. La competencia del carbón inglés casi desapareció. Crecieron los pedidos, la producción y las empresas obtuvieron cuantiosos beneficios. Sin embargo, estas magníficas condiciones no se aprovecharon para solucionar los problemas que arrastraba el sector hullero en Asturias. El crecimiento de la demanda hizo que de nuevo aparecieran pequeñas empresas y la oferta se incrementó tirando de mano de obra en lugar de aumentar la mecanización.
La extracción del carbón asturiano se contabilizó 3.400.000 toneladas en este período. Al terminar la guerra reapareció el carbón inglés, que volvió a conquistar los mercados con sus bajos precios y provocó un importante retroceso en la producción nacional.. En 1922 la extracción se redujo a 2.500.000 toneladas.
El carbón asturiano contaba con numerosas complicaciones que dificultaban su extracción y comercialización. Tanto la orografía como la competencia con el carbón inglés constituyeron siempre un muro difícil de salvar para las compañías mineras que se aventuraban a invertir en Asturias.
Esta situación llevó a la patronal a solicitar de nuevo más medidas proteccionistas que llegaron durante los primeros años veinte ante la grave crisis que presentan las empresas en 1922. Desde el gobierno se incide en la obligación de consumo del carbón nacional en todas las industrias. Esto provocó que la minería asturiana se recuperase volviendo a aumentar la producción de forma espectacular. En 1932, se vuelve a ratificar la obligatoriedad del consumo y se refuerza esta disposición en 1935. Son, de nuevo, años de bonanza.
La guerra civil y los años posteriores
Los buenos vientos propiciados por el soplo del Estado duran poco. La guerra civil castigó especialmente a Asturias por la situación latente desde la Revolución de octubre de 1934. Los mineros sufrieron especialmente por su desafección con el régimen franquista y la intensidad del movimiento guerrillero.
Los años cuarenta y cincuenta del siglo XX son los años de mayor esplendor del carbón asturiano. La hulla se convirtió en un producto estratégico, ya que la segunda guerra mundial primero, y el posterior bloqueo económico y aislamiento internacional después, impidieron que pudiesen llegar otras fuentes de energía como el petróleo. Las necesidades energéticas e industriales de un país aislado favorecieron el desarrollo hullero.
Los sucesivos gobiernos de la época trataron de estimular la producción mediante la concesión de toda clase de ventajas a las empresas mineras El Estado retomaba así la línea paternalista que habían instaurado décadas antes las propias empresas.
La hulla asturiana supuso casi tres cuartas partes de la producción nacional durante dos décadas. Como había pasado durante la Primera Guerra Mundial, el incremento del mineral extraído se logró, mayormente, gracias al aumento de la mano de obra. Las posibilidades de empleo, que parecían inagotables, atrajeron un número importante de emigrantes de otras provincias. A finales de los años cincuenta, la minería asturiana llega al máximo de empleo superando de largo los cincuenta mil trabajadores.
El final de la década marcaba el momento álgido de “la fiebre del carbón” en Asturias, un proceso que resultó determinante en la industrialización de la comunidad, dando lugar al establecimiento de la industria siderúrgica, a una profunda mejora de las comunicaciones interiores y a un desarrollo económico y social sin otro parangón semejante en la historia. El carbón lo cambió todo: el territorio, los pueblos, el ritmo de vida, los avances técnicos, las comunicaciones, la demografía, la medicina, la política, el papel de la mujer, la educación…
La reconversión
La incorporación de España a la Comunidad Europea y sus políticas energéticas impuso restricciones añadidas a la minería pública. Estas han supuesto un proceso de reconversión, reducción de actividad y diversificación.
Cabe destacar el Tratado CECA de 1952, por el que varios estados europeos aceptan políticas comunes en materia industrial. Posteriores decisiones dentro del mismo tratado promovían el final de las ayudas estatales a la estabilización de la producción, limitándolas únicamente a las empresas viables y competitivas que acometiesen planes severos de reconversión antes de 1990. La Comunidad Económica Europea y el gobierno español planifican a partir de 1990 una reducción de las dimensiones de la empresa pública Hunosa mediante un cierre escalonado, previsto inicialmente para 2002, que se ha ido ampliando.
El año 2002 expiró la validez del Tratado CECA que fue sustituido por el concepto de reserva estratégica, en vigor hasta el año 2010 y que proponía definir una reserva estratégica o conjunto de minas más competitivas a mantener para garantizar la seguridad del abastecimiento.
En el año 2010 el Gobierno español aprobó la Decisión del Consejo Europeo relativa a las ayudas estatales destinadas a facilitar el cierre de minas de carbón no competitivas; a través de la cual, se obligaba a los Estados Miembros afectados a presentar un Plan de cierre de sus minas de carbón no competitivas, legalizando estas ayudas al cierre que vienen percibiendo distintas empresas productoras de carbón de España. Esta Decisión de la Unión Europea, aprobada en diciembre de 2010 y aceptada por España, fijó 2018 como fecha de cierre de las minas que no sean competitivas. Los Estados miembros podrán dar otro tipo de subvenciones hasta 2027 en lo que se denominan actividades de postminería.
La transformación
Los cambios que impulsó el carbón fueron profundos y vertiginosos. En lo territorial, las praderías dieron paso a tramas urbanas, y el crecimiento de población se disparó más de lo que nadie había imaginado. Como ejemplo cabe citar a Langreo, que pasó de los menos de dos mil habitantes a mediados del siglo XVIII cuando se realizó el Catastro del Marqués de la Ensenada a los más de setenta mil de finales de los años sesenta ya en el siglo XX. El comercio agrícola basado en los productos del campo y la ganadería dio paso al industrial. El hambre y la emigración a América fueron sustituidas por el abastecimiento que aseguraban los economatos y la llegada de miles de inmigrantes, principalmente del sur de España.
Las condiciones de vida del obrero mixto, que mantenía como ocupación principal la agropecuaria, también evolucionaron. En 1871, se daba cuenta `por los empresarios de la creación de una caja de socorros, de la construcción de viviendas, centros médicos, escuelas, etc. Más adelante, en 1917, manifestaban abiertamente que daban atención preferente a lo que representa el bienestar del obrero y su mejoramiento moral y material. La creación de Casa de Oficios, sanatorios y colegios corroboraban esta manifestación. Los obreros fueron profesionalizándose con este proceso paternalista de atenciones sociales que perseguía, entre otros fines, reducir la conflictividad. La Asociación Patronal de Mineros Asturianos opto por institucionalizar unas relaciones pacíficas, en esta misma época.
Los movimientos sociales fueron inherentes al proceso industrial. Las condiciones de vida y trabajo dieron lugar en el último tercio del XIX a las primeras huelgas y asociaciones locales de trabajadores, inicialmente de carácter mutualista. En 1910 se puso en marcha el Sindicato de Obreros Mineros de Asturias (SOMA). También en 1910 se crea la anarcosindicalista CNT, con particular presencia en Langreo.
Los tiempos también cambiaban en el movimiento obrero. De la acción individual, a la mancomunada; de la empresa familiar se pasará a la sociedad anónima; del emprendedor industrial al accionista que delega funciones en técnicos y expertos. Paralelamente, el conflicto social deja de ser esporádico y desorganizado para convertirse en una pugna equilibrada, de organización obrera a organización patronal.
Precisamente, la patronal se organizaría para dar respuesta al sindicato mayoritario, que en 1912 contaba con diez mil afiliados y en 1919 se acercaba a los treinta mil. La crisis de los años veinte y la escisión comunista debilitaron al sindicato, que se recuperó gracias a la favorable legislación laboral de la dictadura y República de la época, que convirtieron a la organización en intermediaria oficial entre mineros y patronos. Sus dirigentes se vieron desbordados por la radicalización de sus afiliados ante lo que consideraban deriva fascista del gobierno que dio lugar a la revolución de 1934. La Guerra Civil y la postguerra llevarían a muchos líderes mineros a la muerte, la cárcel, la clandestinidad o el exilio.
Ya consolidado, el movimiento obrero sería también motor de cambio en la reforma social logrando la puesta en marcha de la baja en caso de enfermedad y las indemnizaciones en caso de accidente o fallecimiento, entre otros. En esa misma línea de mejoras, se impulsó la concesión de viviendas, el crédito en los economatos laborales o las inversiones en educación; y, también, reformas en materia de accidentes de trabajo, condiciones de trabajo de las mujeres y los niños (se prohibió el trabajo subterráneo a menores de 16 años). También se regularon las pensiones, las vacaciones pagadas, enfermedades profesionales como la silicosis y se instauró la jornada laboral de siete horas en los trabajos subterráneos.
El fuerte crecimiento de la población en las comarcas mineras debido a la llegada masiva de inmigrantes conllevo la construcción de las numerosas barriadas que siguen poblando el territorio. Y el callejero se pobló a su vez con nombres de empresarios, ingenieros y geólogos.
La formación también se multiplicó. Las empresas buscaban un obrero formado y para ello no dudaron en abrir nuevos colegios y facilitar la llegada de órdenes religiosas vinculadas a la enseñanza como ocurriría con los Hermanos de La Salle. El analfabetismo cayó en picado con los nuevos centros y los obreros mejoraron su formación en las escuelas de artes y oficios, y en las de maestría.
Los avances corrieron parejos en muchos campos. La minería ha sido durante siglos un sector duramente castigado por la siniestralidad laboral y las enfermedades específicas del sector, como la silicosis. Esta realidad conllevó también un esfuerzo técnico para tratar de atajar la situación y mejorar las condiciones de seguridad en los trabajos con la aplicación de nuevas tecnologías. Además, la dura situación conllevó un desarrollo de nuevas técnicas médicas para atender a los accidentados, con figuras como el doctor Vicente Vallina, y la especialización en materia de rescates, de donde surgió un cuerpo centenario como la Brigada Central de Salvamento Minero, un equipo de emergencias con más de cien años de vida.
Innegable es también la influencia de los cambios industriales impulsados por la minería del carbón en el proceso de incorporación de la mujer al trabajo minero y siderúrgico a mediados del siglo XIX. Un cuadro de José Uría ya recoge en 1899 a un nutrido grupo de mujeres trabajando en el machaqueo de mineral en la fábrica de Duro. En 1901, Rafael Fuertes Arias dice que hay más de mil mujeres trabajando en la hulla, y el geógrafo Aladino Fernández asegura que tras la Guerra Civil era normal que trabajaran en la industria ante la falta de mano de obra masculina. En los setenta del siglo pasado, la situación se revertiría y la mujer tendría que empezar otra lucha para volver a la mina. Finalmente, el 17 de enero de 1996, cuatro mineras entraron por primera vez al pozo en Santiago, Aller, y Pumarabule, Siero. Alcanzar este hito acarreó largos pleitos y necesitó una sentencia del Tribunal Constitucional tras una demanda interpuesta por varias mujeres que habían entrado en Hunosa en 1985 y a las que sólo se les permitía desarrollar labores de exterior. En 1992, el órgano más elevado en la interpretación de la Constitución reconoció el derecho de las mujeres a trabajar en las explotaciones mineras en las mismas condiciones que los hombres. Como hecho singular, hay que señalar que una allerana, la ingeniera María Teresa Mallada se convertiría en 2012 en la primera mujer al frente de la mayor empresa hullera del país, Hunosa, compañía heredera del pasado industrial y minero asturiano.
Aplicaciones del oro en la industria electrónica
El oro fue uno de los primeros metales en ser trabajado por los humanos. Encontramos ya la utilización del oro para joyas y elementos funerarios en los antiguos egipcios, 6000 años atrás. En ese momento, este metal maleable, resistente y con un color tan llamativo, les pareció útil para la orfebrería y como demostración de posición social.
El oro es un metal maleable, con una baja reactividad química, resistente al deterioro y un excelente y extraordinariamente fiable conductor de larga duración. Sus propiedades físicas lo convierten en idóneo para su utilización en instrumentos electrónicos.
Las aplicaciones electrónicas suponen el 10% del uso mundial del oro, y son el uso industrial más importante del metal.
El uso del oro en la electrónica hace que esté presente en nuestras vidas en el día a día. Desde su utilización en teléfonos móviles, calculadoras, relojes, sistemas de GPS, televisiones, tablets o tarjetas; también lo podemos encontrar en las componentes electrónicos de los automóviles, tanto en el sistema de ignición como en los frenos antibloqueo o en la inyección electrónica de combustible. Otro uso común del oro es en conectores, cables, contactos, interruptores y otras piezas electrónicas. De hecho, en un teléfono móvil podemos encontrar hasta 50 miligramos de oro.
Hoy en día, todos los productos derivados de la nanotecnología contienen componentes de oro.
Las cualidades del oro son útiles para elementos que funcionan con voltajes y corrientes muy bajas y necesitan cantidades de metal conductor muy pequeñas, y en láminas muy delgadas. El oro no produce corrosión, que en cualquier metal interrumpiría la conducción eléctrica, y es especialmente apropiado para la circulación de corrientes eléctricas pequeñas. Soporta, también, mucho mejor que otros materiales, condiciones ambientales agresivas. Una delgada capa de oro de 0,1 micrómetros consigue aumentar la conductividad de la pieza 10 millones de veces.
El oro puede incrementar sus propiedades al mejorar su pureza, mediante procesos de refino. Estos procesos lo encarecen, pero su utilización resulta indispensable por la aportación de altísima calidad de sus propiedades. Aunque, generalmente, en los componentes electrónicos, el oro se utiliza electro-aleado con otros materiales, como pequeñas cantidades de níquel o cobalto que incrementan su durabilidad frente al desgaste.
Pero la utilidad del oro no solo abarca estos objetos cotidianos, sino que lo podemos encontrar también en la tecnología aeroespacial, por ejemplo, como aislante térmico de satélites climatológicos, ayudando a que sus elementos no se dañen y mejorando la capacidad de trabajo de estos. Su utilización en la construcción de satélites y naves espaciales, que requieren el mínimo número de reparaciones posible una vez lanzadas al espacio, es muy importante.
Muchas partes de estos vehículos son equipados con cubiertas de oro para reflejar la radiación y estabilizar la temperatura. Sin esta protección, los interiores de las naves y otros vehículos absorberían cantidades de calor inasumibles.
La alta demanda de smartphones ha aumentado el consumo de oro, que se utiliza en sus componentes. La tendencia de consumo de este material de altas capacidades es al alza, ya que los fabricantes de productos electrónicos se han dado cuenta de que no pueden disminuir el uso de oro en sus piezas sin que se produzca una merma en la calidad y prestaciones.
En los últimos cinco años, el sector tecnológico ha consumido una media de 375 toneladas de oro anuales, lo que lo sitúa por detrás de los bancos centrales en la lista de demandantes de oro. De ahí que sea un material indispensable.
Finalmente, el oro también es usado en la industria de la odontología para elaborar piezas dentales, planchas y rellenos. Sus propiedades durables, moldeables y libres de corrosión lo hacen un material perfecto para este fin. Aunque hoy en día se emplea en las menores proporciones posibles debido a su alto precio, sigue siendo un metal de referencia en ciertas especialidades. En el pasado era muy común ver personas con dientes o muelas de oro.
Algunas curiosidades sobre el oro
- El oro se utiliza en los visores de los cascos de los astronautas para reflejar los rayos infrarrojos, permitiendo el paso de la luz solar y al mismo tiempo manteniendo fresco su interior.
- El oro se inyecta licuado en los músculos de miles de americanos víctimas de artritis reumatoide, y se ha concluido que el tratamiento tiene éxito en siete de cada diez casos.
- Por cada Km3 de agua de mar hay 5 toneladas de oro. Esto significa que en los océanos pueden encontrarse 10 billones de toneladas de oro; sin embargo, no se conoce actualmente ningún sistema, económicamente viable, para recuperarlo.
- El 99% del oro existente en la tierra, se localiza en el núcleo del planeta. A día de hoy, es absolutamente inaccesible.
- El oro es tan maleable que puede ser reducido a láminas tan delgadas que una pila de un centímetro contendría más de 100.000 láminas.
- Un trozo de oro de 30 gramos puede estirarse en un cable de hasta 100 Km de largo.
- El oro tiene una alta densidad por lo que un cubo de 30 centímetros de lado pesa aproximadamente 1 tonelada.
- El oro es un metal escaso y difícil de encontrar. Se dice que el mundo produce más acero en una hora que el oro producido desde el inicio de los tiempos.
El oro es, por lo tanto, un material fundamental para nuestras vidas.
4 ejemplos de restauración minera en España
Desde hace algunos años los proyectos mineros incluyen en su diseño y desarrollo y como parte consustancial de los mismos, los Planes de Restauración que determinan a priori el estado que adoptarán las áreas modificadas por la actividad minera una vez finalizada esta.
Habitualmente las propuestas de restauración se desarrollan de manera paralela y progresiva con el avance de la explotación, de modo que se equilibren las afecciones con la rehabilitación y se pueda controlar la evolución y bondad de las soluciones expuestas.
El principio fundamental que rige la rehabilitación de los espacios mineros es la recuperación de los usos originales, pero con absoluta frecuencia se desarrollan y generan hábitats de flora y fauna, que contribuyen de manera significativa a la biodiversidad del entorno.
El Plan de Restauración es además un compromiso, de la compañía promotora de la explotación, para asegurar la correcta adecuación de las áreas afectadas una vez finalizados los trabajos mineros. Esta adecuación se garantiza además con los pertinentes avales financieros determinados por la administración.
Entre los miles de explotaciones mineras que en España y Europa desarrollan su actividad con planes de explotación y restauración debidamente planificados, autorizados y gestionados os dejamos algunos ejemplos de especial significación:
Los ejemplos presentados corresponden a minas a cielo abierto, pues su afección es de mucha mayor magnitud e intensidad. No obstante, existen también numerosos ejemplos de explotaciones subterráneas cuyo menor impacto también es gestionado por Planes de Restauración adecuados y con los mismos objetivos que los presentados.
1. Meirama (A Coruña)
Ubicada en la provincia de A Coruña, Meirama oculta una antigua mina de lignito pardo bajo su gran lago. En 2008 comenzaron los trabajos de regeneración de la zona y el hueco dejado por la mina fue ocupado por un lago de más de 300 metros de profundidad y 2 kilómetros de longitud. La empresa encargada realizó una intervención en más de 1000 hectáreas, incluyendo el lago artificial.
Hoy en día el lago está considerado una de las principales reservas hídricas de Galicia y abastece a más de 400.000 hogares del área metropolitana de A Coruña, tras la minuciosa gestión y control de su calidad.
© Fotografía de Naturgy con fines puramente informativos
2. Centro minero Peñarroya (Córdoba)
Perteneciente a la provincia de Córdoba, el centro minero estuvo en uso durante más de 50 años hasta 2010, desarrollándose extracciones subterráneas y a cielo abierto. Los trabajos de restauración se plantearon para que las explotaciones a cielo abierto pudiesen generar superficies de terreno estables integradas en el paisaje, que pudieran dedicarse a un uso productivo, intentando restablecer la función del ecosistema preexistente. Se trató el subsuelo mediante descompactación para permitir las infiltraciones de agua y la penetración de las raíces una vez vertida tierra vegetal por la zona. Se replantaron árboles y arbustos. Los huecos resultantes se convirtieron en lagos artificiales rodeados por vegetación por los que ahora transita fauna acuática.
3. Emma (Ciudad Real)
Situada en Puertollano, y activa durante 40 años hasta 2015, es una antigua mina de carbón a cielo abierto reconvertida en zona de cultivo fundamentalmente olivar. Los trabajos de restauración comenzaron en 1981, simultaneados con el al trabajo extractivo, minimizando, de este modo, la ocupación de la mina.
Gracias al trabajo de recuperación se han obtenido 669 hectáreas destinadas a cultivos de cereales y pastos, 126 hectáreas de cultivo de 27.950 olivos y frutales, 104 hectáreas de vegetación autóctona y 36 hectáreas ocupadas por un lago y zonas de humedales.
4. As Pontes (A Coruña)
Esta antigua mina de carbón, en activo desde los años cuarenta hasta 2007, es una referencia, por su contenido y magnitud, en cuanto a regeneración. Desde 1985, el programa de restauración comenzó centrándose en la escombrera exterior, procediendo con una remodelación del paisaje y la construcción de una cubierta vegetal. La restauración acompañó la actividad de la mina hasta su cierre, adecuando las características fisicoquímicas de los sustratos, recuperando y tratando el sustrato vegetal e implantando la cubierta vegetal. Todo ello gestionado a través de un mantenimiento sistemático.
El espacio que ocupaba el antiguo hueco de la mina se ha convertido en el mayor lago de España, con 865 hectáreas y 547 hectómetros cúbicos de agua. Se han regenerado zonas de bosque y matorral, con la aparición de varias charcas complementarias al lago, donde se han implantado de forma natural la flora y fauna acuáticas autóctonas, gracias a su integración en el entorno. El espacio es, además, una zona recreativa donde se practican deportes acuáticos, con zonas de baño y recreo.
Se han identificado 217 especies vegetales y 205 especies de animales vertebrados, convirtiéndose en un espacio de reconocida riqueza biológica.
La finalidad de la restauración minera no es otra que devolver los terrenos a su estado natural previo a la intervención, mejorándolos incluso, con la creación de nuevos ecosistemas adaptados a las necesidades del entorno.
Existen multitud de ejemplos, y cada vez son más los que podemos tomar como referencia de buenas prácticas en regeneración. Todos ellos demuestran el compromiso real de la minería con la sociedad, fortaleciendo las zonas en las que se asientan y aportando valor añadido a todas las partes interesadas.
La minería sostenible va más allá de la propia actividad extractiva, comprometiéndose con el entorno, el ecosistema, y la preservación del futuro.
La minería sostenible y responsable
Cada vez más la industria minera busca mantener la sostenibilidad en sus actividades planificando e integrando criterios ligados a la sustentabilidad bajo una amplia normativa específica y utilizando guías complementarias como la norma UNE 22480:2019. Esta norma, desarrollada en España por el Subcomité 3 “Gestión Minera Sostenible” del Comité Técnico de Normalización CTN 22, y pionera a nivel mundial, especifica los requisitos para un sistema de gestión minera sostenible.
El sector minero en Europa ha avanzado hasta alcanzar la excelencia en cuanto a su responsabilidad con el territorio, garantizando la compatibilidad de las explotaciones con el resto de las actividades productivas, con la preservación ambiental del entorno y la restauración y reintegración de las áreas operativas al paisaje natural o a sus usos previos. Por ello, cada vez son más los casos y ejemplos de minería sostenible como referencia de la contribución a la sostenibilidad de las expectativas de las sociedades durante su desarrollo.
¿Qué es la minería sostenible?
El desarrollo de una minería sostenible va más allá de la propia actividad extractiva. Abarca aspectos como el desarrollo económico, la protección del medio ambiente, el respeto a las comunidades colindantes, la seguridad y eficiencia en el uso de los recursos económicos. Algunas de las actividades que son sustanciales en el desarrollo de una explotación minera, incluyen: La gestión eficiente y eficaz de los drenajes de la explotación, la gestión energética sostenible, la utilización controlada de los recursos hídricos del entorno, así como el uso de los demás recursos eficientemente, promoviendo el reciclaje y la reutilización. Todas estas medidas forman parte de un desarrollo global de la minería de forma eficiente y efectiva, pero siendo siempre conscientes, respetuosos y responsables con el entorno.
La normativa por la que se rigen las mineralurgias sigue los pasos de los Principios del Pacto Mundial de las Naciones Unidas, así como las directrices de la OCDE para empresas multinacionales, los principios rectores sobre empresas y derechos humanos de las Naciones Unidas o las normas de desempeño sobre sostenibilidad Ambiental y Social (IFC Banco Mundial).
Y es que las actividades mineras contribuyen al desarrollo del entorno en el que se encuentran. Por ello, es fundamental planificar la actividad desde un punto de vista sostenible para asegurar las necesidades actuales, de las sociedades y el entorno que las rodea, sin comprometer a las de generaciones futuras. De esta forma, la industria extractiva en Europa puede ayudar a la conservación de la biodiversidad. Son treinta mil las explotaciones mineras en Europa, y casi un cuarto se encuentran en espacios protegidos, apoyando no solo a la conservación del entorno, si no que gestionan de forma adecuada los recursos extraídos.
La Comisión Europea ha publicado una guía sobre la realización de actividades extractivas no energéticas de conformidad con los requisitos de Natura 2000. En ella, se muestran algunos ejemplos de buenas prácticas en este aspecto. La elección de los casos tiene que ver con una serie de aspectos como: contribución positiva a la biodiversidad, planificación de los minerales, medidas de mitigación, recuperación, actividades extractivas en zonas marinas, supervisión e indicadores y cooperación con autoridades competentes y partes interesadas.
Ejemplos de minería sostenible
- Tarmac, en Reino Unido, ha llevado a cabo planes específicos para la conservación de la biodiversidad y su integración en la explotación de la cantera.
- Heidelberg Cement, en Alemania, ha publicado unas normas a seguir por todas sus zonas de extracción y ha confeccionado planes de gestión de la biodiversidad para todas ellas.
- Una empresa extractiva alemana ha elaborado, junto a una organización para la conservación de la naturaleza, una guía sobre buenas prácticas para la conservación del búho real en sus canteras. Incluye recomendaciones como la utilización de trituradoras hidráulicas en vez de voladuras o crear zonas de anidamiento artificiales.
- El caso de una mina de oro en Finlandia que estudió el impacto ambiental y los valores naturales de la zona, descubriendo que el mamífero más importante de la zona era una especie protegida de ardilla voladora. El hábitat de la ardilla comprendía una serie de árboles que debían estar conectados, por lo que la zona de trabajos a cielo abierto o los cortafuegos no debían pasar por aquí. El horario nocturno de la especie permitía la actividad diurna de la mina.
Gracias al asesoramiento de expertos y a la adaptación de las técnicas de trabajo, es posible proteger el hábitat y la biodiversidad del entorno, cuestión que se realiza concienzudamente por las empresas españolas. Existe una normativa muy exigente y rigurosa en España y un estricto control medioambiental de los proyectos mineros, que exigen estudios de impacto muy detallados y avales financieros para asegurar la rehabilitación prevista de los espacios ocupados con posterioridad a la explotación, cualquiera que sea el desarrollo de la misma.
La actividad minera moderna tiene un compromiso total con la sostenibilidad, el ecosistema y la preservación del futuro. Las compañías mineras contribuyen al desarrollo del país fortaleciendo las zonas en la que se asientan y apoyando los valores del entorno. Esto significa en la actualidad, minería sostenible.